Saturday, February 17, 2007

Ser y existir (especulaciones)

Cuando nos situamos en el mundo y tenemos por cierto el hecho de que estamos en un lugar (aunque sólo sea eso), no importa que sea imaginario, lo único que tenemos por cierto es eso. No importa si tan sólo en el sueño de un calamar gigante, o talvez en un electrón de un átomo gigante de un zapato viejo; nos sabemos pensantes.

Dada esta primera condición, podemos partir de dos elementos frente a lo que nos rodea, en primer lugar que somos, y en segundo lugar que existimos. Cuando aplicamos a lo que tenemos por nuestro ser dichas palabras hay algo que cambia y es la manera en cómo se aplica una y otra:

Yo soy…


Cuando afirmo que yo soy, pienso en las cualidades intrínsecas que me componen, observo semejanzas y diferencias: soy un ser humano igual que aquel que camina en dos patas y reacciona de una forma similar a la mía ante ciertos impulsos; soy un hombre porque no tengo dos protuberancias en el pecho como las mujeres. Cuando digo yo soy me delimito frente al mundo, y de esa manera me estructuro como una idea.

Aparentemente, puede parecer que confundo la concepción copulativa de ser con la que podríamos llamar ontológica, pero en realidad lo uno lleva a lo otro. Mi ser es mi esencia o naturaleza y eso está fuera de cualquier concepción espacio-temporal, es la idea que existe de mí mismo, y así como existe un ser de mi persona, de la misma manera hay un ser para cualquier cosa que pueda ser pensada.

Cuando Parménides dijo que pensar y ser son una misma cosa, enmarca todos los límites del ser; Estos límites incluyen nuestros límites, el pensamiento está delimitado por lo que es y en ello está incluido nuestra capacidad imaginativa que crea y destruye al mismo tiempo; cada idea queda inmortalizada y es, porque siempre fue: del todo atrapamos cualidades y las encerramos en una ilusión llamada ser.

Yo existo…

Volviendo a mí mismo, otra cosa que puedo afirmar (y talvez con más seguridad que “yo soy”) es que existo. No puedo demostrárselos, pero ustedes si pueden comprobar que existen, valga decir que talvez es esta la única cosa de la que podemos estar seguros. Aquí existe una divergencia, cuando afirmo que soy, puedo considerarme un ser cambiante y nunca retener un ser, pero siempre voy a ser; en cambio, cuando pienso en que yo existo, existe una pequeña molestia: no siempre voy a existir.

Dejemos de lado las aseveraciones cristianas, pues no voy a hablar de planteamientos fuera de este mundo (que es). Centrémonos en el hecho de que nuestra ilusoria unidad enraizada en la conciencia dejará de existir. Es aquí donde se halla la primera pista de porque ser y existir son diferentes. Yo diría que es una cuestión en primer lugar objetiva (subjetividad colectiva) y otra que una de ellas está estrictamente en función del tiempo, sobretodo frente a la consideración de la existencia de un objeto ajeno a nosotros mismos.

Yo existo porque me sé presente, pero los otros saben que existo porque también me ven. Y refiriéndonos a un objeto distinto, lo que descomplejizaría un poco el problema, afirmamos que algo existe porque está ahí y un yo y un tú lo están viendo por medio de un vínculo fiel que marcan los sentidos. Ya sé que era el mismo Parménides el que mandaba a desconfiar de los sentidos, pero es este el vínculo más estrecho que nos une a otros seres que también se dicen existentes.

Por último, está la temporalidad en función de la existencia. Es aquí cuando me voy del lado de Heráclito de Éfeso quién pronosticaba hace 2500 años que la materia se transforma y todo deviene. No podemos decir que nada es eterno pues nada existe siempre. [1]

Englobando unas pocas palabras más

Cuando algo es, queda inmediatamente descartado del proceso del devenir. No se debe afirmar que algo sea en la misma manera en la que exista. La idea de la revista que tengo en frente la hace ser: la revista es. Cuando el tiempo pase y la revista se destruya puedo decir que la revista fue y dejó de existir. Pero la idea de la revista no ha dejado de existir y aunque sea casi imposible que alguien reconfigure la idea de una revista extinta, todas las configuraciones de ser están ahí eternas e incansables, basta que una movida del azar reconfigure la idea para demostrar su inmortalidad.




[1] Estoy apenas usando referencias presocráticas. En un futuro no muy lejano talvez haga ciertas rectificaciones basándome en la metafísica aristotélica