David miraba a su madre molesto. Sostenía con una mano una botella que ella le había comprado para el viaje al pueblo donde vivía la abuela, un recorrido por la cordillera que a lo sumo duraría tres horas. Susana, madre de David, no tenía tiempo para mirar sus gestos, se fijaba en que nada faltara: cepillo de dientes, zapatillas, gafas, bloqueador solar... mientras el tiempo hipoóritamente se escabullía de sus manos.
- Mami yo no queríua agua, sabe feo- y dicho esto, David tomó un bocado de agua y lo escupió
- ¿David que te pasa? no me molestes ahorita, ya me tocó llamar a un taxi para llegar a tiempo
- ¡Ya no quiero ir, te dije que quería coca cola!
- Agarra tu maleta y cierra la boca. Vamos.
Y es ahí el punto en que, después de unos segundos la madre se siente mala madre, agresora. He ahí el punto en el hijo, reafirma sus casi perdidas esperanzas de albergar el puesto principal en el centro del pequeño Universo. La madre, en el taxi, le pide perdón a su hijo.
Taxista y señora, ambos dando una opinión sobre el tráfico, los segundos iban delante en la calle. El taxista, con una casi oculta sonrisa ayuda a bajar las maletas a Susana, luego, se despide con un cariño extra, nada grosero pero para David fuera de lugar, lo que más le molesto fue la sonrisa que su madre le regaló a aquel flaco y extraño bigotudo.
- Te dejas faltar al respeto
- El señor solo está siendo amable
No hubo tiempo para nada, apenas se subieron madre e hijo al bus, este comenzó a andar. Mamá tu me prometiste comprarme aunque sea un tampico, le decía a su madre este niño de diez años, que, a juicio de muchas señoras en el bus era una conducta reprobable. Hijo, en el camino se suben vendedores....
Pero este niño no veía ningún vendedor cerca, y a pesar de que por alguna axtraña razón el liquido en sus manos le tentaba a ser bebido, hizo el ademán de querer botar la botella por la ventana.
- ¡Dame la botella David! Si no la quieres me la tomo yo
Al decir esto, puso la botella en un compartimento superior del bus.
Como era obvio, ningún vendedor apareció en esta carretera, a diferencia de muchas en este país, es totalmente seca y despoblada, un largo camino que durante casi todo el recorrido se desenvuelve entre altas montañas, grandes precipicios y carreteras sumamente estrechas. Además, las vías son conocidas por ser sumamentte peligrosas, y debido a ello, muy propensas a accidentes, que si no es esta vez, alguna vez será.
Pero el accidente si sucedió esta vez. El bus, paralelo a la relación madre-hijo dentro del mismo, bordeaba una situación adversa. Pero la tragedia se adelantó a cualquier disculpa, a cualquier arrepentimiento. Un gran hueco en medio de la pista, que el chofer quiso esquivar lo mando hacia el otro carril, que lo mando hacia un camión que apenas hacía su aparición detrás de la montaña, que lo mando hacia fuera de la carretera, el vacío.
Los murmullos cesaron, los gritos,las maldiciones. Pero no el aliento, ni el último pensamiento de el único sobreviviente, David. Quiso moverse, pero un tubo había atravesado su pierna, dejándolo ahí atrapado, con el cuerpo de su madre, que esta vez no reaccionó con euforia, cuando las lagrimas de su niño le caían en el cuerpo.
Pasaron dos días para alguien que tiene una vida normal, pero quien sabe cuantas eternidades para David, escuchó gritos de gente afuera, pero su garganta ya no emitía sonido alguno, ya no le importaba. Tuvo un día para pedirle perdón a su madre, pero este era para tratar de seguir vivo. El dolor no fue suficiente para calmar su hambre, ni su sed. Casi todo el segundo día se pasó observando la botella que milagrosamente seguía casi en el mismo sitio, ahora, justo arriba de él.
Con su última fuerza pudo sentir moverse al bus, la botella se dejó caer en el cuerpo de su madre. David no podía mover un solo dedo, estaba tan cansado. Pero su madre sostenía la botella en sus piernas, David quiso pensar, que esto significaba que ella lo había perdonado.
Sunday, March 26, 2006
Es solo agua
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