Friday, July 21, 2006

Las Revelaciones

Tres sabios vivían en un pueblo de una época distante. Ellos discutían acerca de su Dios, pero su mayor incógnita radicaba en como hacer que la gente conociera su doctrina. Pítaco, uno de ellos, decía que todos debieran purificar sus almas y pensamientos, liberarlos de sus deseos carnales. Quilón, pensaba que descubrir el mejor "método" no era cuestión de la vida, que eso sólo sería del conocimiento de Dios, y que únicamente sabrán la verdad cuando mueran. Bías pensaba que había tanta gente ignorante, que jamás aprenderían, sería mejor eliminarlos, para que sólo queden los mejores.

Lejos del pueblo, existía un templo, pero al quedar oculto entre bosque y los pensamientos ofuscados por lo cotidiano, se había perdido, incluso casi convertido en leyenda. Los tres sabios decidieron buscar aquel templo abandonado por la memoria, apenas visible gracias al ocio de los pensadores.

Ya que esta no es una historia de aventura, no describiré las peripecias, que durante varios ciclos de luna ocurrieron. Lo importante es que una de esas noches de búsqueda incansable, encontraron aquel mítico lugar. También descubrieron que estaba más cerca de lo que pensaban.

Una luna en el cielo crea sombras pálidas en la fría y seca tierra. Bajo ella, tres eran: Pítaco, Bías y Quilón. Arrodillados en este casi neutro suelo, mirando hacia abajo con los ojos, al cielo con el pensamiento, glorificando algo que no podían ver ¿pero cómo decir que no existe?

Se incorporarón y se miraron entre sí. Talvez con la luz del sol descubrirían respuestas en las paredes o en algún lado. El templo, lejano a la ciudad los miraba protectoramente, no sólo en cuerpo sino en alma. Pítaco ofrecío, de lo que les quedaba de provisiones, la tercera parte, a los que Bías dijo:

- ¿Piensas comerte los otros dos tercios tú solo?
- ¿Desconfías?-dijo Pítaco- es para los tres, en dos días, ya estaremos en casa.

Quilón confiaba en secreto en Pítaco, los invitó a dormir dentro del templo, afuera había mucho peligro. Esa noche, Bías fue el último en dormir. Su madre casa, techo, el santuario, regaló imágenes y palabras, para entender lo que no se puede ver en sí mismo, para ver lo que adoraban, para contemplarlo, su madre les habló en un lenguaje común, el sueño.

El primero en soñar fue Quilón, quién vio a su Dios en forma de una luz y el mismo era una cuerda, una mecha encendida por uno de sus extremos. Entonces preguntó a la luz: Señor, ¿qué pasará cuando el fuego termine de recorrerme? Una voz le respondió: La última chispa que de tí brote caerá en un semejante tuyo. Al final el último destello caerá sobre mí, que estoy en todo lugar.

Pítaco, se vio a sí mismo como una balanza, en una mano sostenía a su Dios, en la otra, la oscuridad, le dijo al lado claro que sostenía: Señor, ¿debo soltar el mal? Una voz le respondió: Tus brazos están ahora en equilibrio, ¿acaso quieres perder a tu Dios no teniendo otra forma de sostenerme?

Bías, quien tuvo la última revelación, notó que, entre sus manos sostenía una esfera dorada, esferas sobre las cuales también caminaba, hacia una gran palacio cuyas puertas estaban hechas para recibirlo. No era el único, miles de personas a su alrededor tenías estas joyas, debían arrojarlas en el palacio, pero muchos de ellos se rendían antes de llegar. Bías gritó en dirección hacia el templo: Señor ¿por qué permites que te desobedezcan? Una voz le respondió: Estás parado sobre su desobediencia, sin ella, no podrías llegar a mí.

Los tres despertaron asombrados, pero nadie escuchó realmente lo que quería, por lo que se guardaron sus enseñanzas, para luego, liberados del ego poder impartir su nueva sabiduría, por separado, al pueblo. Cuando llegaron, las personas creyeron que estos hombres estaban locos, que el hambre había hecho que perdieran la cabeza.

Los sabios se dieron cuenta que la única forma de que vieran a su Dios era llevando la gente al templo. Pero la gente estaba tan ocupada con sus quehaceres diarios, que pasarían siglos antes de que alguien volviera a pisar el templo (aún teniéndolo frente a sus narices), otra vez.