Quiero contar algo que aún no sé que es, pero sé que, a parte de existir en alguna parte (en la biblioteca de Babel, por ejemplo), está aferrada a alguna neurona en forma de pulsación indecente y no me deja en paz. Quiero descubrir quién es ese alguien que se caracteriza en mi inconsciencia, pues a mi parecer los símbolos también tienen su caracter, esos pequeños ilusos, creados a imagen y semejanza de nosotros sus padres.
Rastreo una estructura, a veces una idea o un espíritu y a partir de ese talón de Aquiles se genera un concepto. Muchas veces creo lugares y se van con la memoria, otras veces ni siquiera ahí se quedan y la reminiscencia de un producto bruto queda para la fantasía de los neo-neo-platónicos. A veces me da por creer en los trozos de palabras, en las no imágenes nada líricas de los mundos demasiado abstractos. Quiero contar algo pero no siempre en línea recta, y por eso a veces el sentido (lo que se quiere decir) queda desmagnetizado, como aguja de la brújula que huye de nuestro hogar el sur.
Rastreo una estructura, a veces una idea o un espíritu y a partir de ese talón de Aquiles se genera un concepto. Muchas veces creo lugares y se van con la memoria, otras veces ni siquiera ahí se quedan y la reminiscencia de un producto bruto queda para la fantasía de los neo-neo-platónicos. A veces me da por creer en los trozos de palabras, en las no imágenes nada líricas de los mundos demasiado abstractos. Quiero contar algo pero no siempre en línea recta, y por eso a veces el sentido (lo que se quiere decir) queda desmagnetizado, como aguja de la brújula que huye de nuestro hogar el sur.
A veces quiero decir simplemente que estoy vivo, a veces quiero vivir para poder querer decir algo. A veces sólo hablo... y otras veces, cuando las espaldas forman el muro que recorro palpando con mis dedos, escribo.
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