El vivir invade el reino
desde el respirar,
hasta el imaginar desenfrenado.
Si estoy en el suelo, tendido,
puedo estar más vivo
que una amapola estallando en el desierto.
Estoy vivo, aún con mis pupilas
volcadas hacia adentro,
aunque adorne luces
con hoyos negros.
Aunque no cante sino que calle,
así imagine más de mil veces,
que muero de desencanto.
Estás viva, crisálida,
aunque cubras con recelo
aquel fuego lento de colores vivos
que alguna tarde, muy lento,
bajo la sombra oscura
de algún árbol siniestro,
borrará lánguidamente tu último destello.
desde el respirar,
hasta el imaginar desenfrenado.
Si estoy en el suelo, tendido,
puedo estar más vivo
que una amapola estallando en el desierto.
Estoy vivo, aún con mis pupilas
volcadas hacia adentro,
aunque adorne luces
con hoyos negros.
Aunque no cante sino que calle,
así imagine más de mil veces,
que muero de desencanto.
Estás viva, crisálida,
aunque cubras con recelo
aquel fuego lento de colores vivos
que alguna tarde, muy lento,
bajo la sombra oscura
de algún árbol siniestro,
borrará lánguidamente tu último destello.
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