Friday, August 25, 2006

Rozando la redondez

No soy precisamente una bola blanca, más bien soy una bola blanca que alguna vez fue un ser humano, o si no, sería imposible comunicarme. Muy a menudo, suelo percibir una bola negra cerca de mí y me siento muy atraído por ella. Si, alguna vez fui un hombre y buscaba una mujer, por eso la bola negra es “ella”.

La verdad es que mi naturaleza no refleja ninguna necesidad especial, así que conserva mis ansiedades pasadas, hambre, frío y ganas de fundirse en un único cuerpo antagonista. Sólo es cuestión de nombres. El hambre, la satisfago con pelusas (función del barco, llegar al puerto) que se encuentran conmigo cuando RUEDO. Soy una bola blanca sólida y llena, resistente y con 360 grados para percibir el mundo. Si toda mi redondez toca algo, entonces tengo calor, si no toco nada, tengo frío.

Pero lo más humano que conservo son mis ganas de fundirme con la negra. El amor se llama gris y esa es mi meta, el equilibrio. Tengo miedo al pensar en que Negra siempre ha sido una bola y que no tiene mis necesidades, sin embargo, a veces me habla desde su redondez, y yo desde la mía trato de interpretarla, pero somos tan físicos que la única forma de comunicarnos es la agresión. Y si, soy tan dependiente de que un agente externo me mueva hacía ella como cuando dependía del aire para que mis palabras llegaran a otra persona.

No hay tecnología para las bolas, ni transformación, pero únicamente soy menos libre por lo que de humanidad me queda. Algún día olvidaré las palabras y ese día mi esfericidad me habrá consumido por completo, no sé si aún sienta ganas de mezclarme con ella, pero estoy seguro de que para entonces ya no podré “comunicar”.

Sin embargo, estoy seguro que siempre querré golpear a la negra, querer poseerla rústicamente, pues esa no es sólo mi naturaleza humana ¿no es con ese propósito, para lo que fui creado?