Thursday, October 12, 2006

Defendiendo un anónimo

A veces escucho discusiones entre personas y participo de ellas. Se puede hablar realmente de todo, y también de muchas formas, con tranquilidad, con indiferencia, inronía o apasionadamente. Lo que tienen en común gran parte de las disputas es lo que las hace más insignificantes, el hecho de que en una discusión, normalmente el próposito no es esclarecer una verdad (esa es la excusa) sino simplemente demostrar quien es mejor que quien.

Siempre está la competencia ligada, por ello nuestro ego. El punto de una conversación no es, hablemos de algo y aportemos con nuestros conocimientos a los otros en función de compartir un poco de mis experiencias para mejorar la vida de los demás, sino demostrar que yo sé mucho, que valgo mucho, que soy mejor que los demás. Nos reduce a una situación tan básica, a ser tan primitivos como cualquier animal, no importa que el tema sea tan complejo como la física nuclear.

Ahora, todo el mundo trabaja para satisfacer su orgullo, para sentirse queridos, apreciados y alabados, de esa manera sentirse menos miserables. En las culturas orientales, mostrar orgullo jactándose de la victoria propia frente al oponente, es ya una pérdida en sí, pues es mostrar irrespeto al contrincante.

A mí realmente me gusta verme no como un ser individual, con un nombre para ser reconocido ante el medio, sino como una parte de un conjunto que trabaja por, en unidad, crecer, pues todos nos ayudamos a superarnos, y no somos entes individuales que surgimos por cuenta propia. Por eso admiro a quienes usan el anónimo, pues no buscan ser reconocidos, que alaben su ilusorio "yo", sino que aportan con un grano de arena, como todos lo hacemos, sólo por el bien de lo que le rodea.