Por esta vez, va a ser bello lo que a mi me da la gana. Mi mujer no va a representar el papel bidimensional animal-santa, es decir, no van a caer rosas a sus pasos y no va a rugir como leona herida. Mi ropa, no va a fingir asimilar un canon casi estético donde lo absoluto no tiene cabida, no va a estar hecha de gusanos sagrados ni va a acariciar mi piel. Mi perro, esta vez no va a ser temible, no va a llegar a ser una falsa amenaza o una máscara de mi virilidad.
Voy a salir a pasear por la calle sin disfrazarla de bosque encantado y sin rociarle una temperatura ideal. Voy a caminar sin simular estar apurado, y voy a tratar de no fingir que paseo a mi mujer y a mi perro; voy a aceptar que simplemente paseamos. Caminando por la calle, no me verán asumiendo una identidad porque realmente no la tengo, estaré tratando de mirar al frente, porque tampoco quiero bajar la mirada cuando alguien se me acerque. En realidad, quisiera que la mirada dejara –en esta ocasión- de significar.
Voy a cruzar la calle y disfrutaré que otros hombres miren a mi mujer, porque yo lo disfruté, porque lo disfruto a diario y porque ella no me pertenece, sólo aparenta pertenecerme porque quién sabe, por algún motivo quiere estar a mi lado. No quiero indagar en el motivo, quiero imaginar que la superficialidad no es suficiente pero asumir que la profundidad es tan perfecta como necesaria, y va tejiendo las redes por donde inocente camino, representándome a mí mismo como alguien que no finge ser inocente.
Esta salida va a ser distinta, porque no quiero ser otro, no quiero ser un disfraz, no quiero bailar el ritmo de la cultura. Quiero morir un poco creyendo que soy diferente. Y va a ser bello lo que yo quiero, porque la transparencia va a invadirme y voy a soltar lo poco que tengo. Me consumiré, de rojo y hasta de azul. Me quitaré la ropa, soltaré la correa de mi perro. Luego, que terrible, soltaré la mano de mi mujer.
Los soltaré en ese orden, aunque quisiera que el caos se pareciera más a las estructuras jerárquicas vacilantes y falsas. Soltaré al can que ya es libre por no saberse uno, sino todo. Y después soltaré a mi mujer que no es alguien en esta historia porque yo no soy nadie, como para invadirla de personalidad. Ella seguirá, yo sólo la soltaré cuidándome de no adornarle de rosas ni de adjetivos innecesarios. Espero me perdone esa falta de simbolicidad, pero tiene que saber, que yo soy uno, por lo tanto estoy solo.
Y en medio de los espacios rellenos, quisiera no vender la libertad, sino que se adhiera sin precio (priceless) a los consumidores de aire y de segundos. Quiero dejar de contar mis pasos y burlar las matemáticas vacilantes del vacío. Esta vez va a ser diferente, la vida no va a ser bella porque simboliza ser bella. Es que es perfecta, porque no importa que yo me desintegre en mi rumbo hacia la nada, la vida seguirá, como siempre ha sido, perfecta.
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