Thursday, March 22, 2007

El quehacer de la domesticación rutinaria

Quiero contar algo que aún no sé que es, pero sé que, a parte de existir en alguna parte (en la biblioteca de Babel, por ejemplo), está aferrada a alguna neurona en forma de pulsación indecente y no me deja en paz. Quiero descubrir quién es ese alguien que se caracteriza en mi inconsciencia, pues a mi parecer los símbolos también tienen su caracter, esos pequeños ilusos, creados a imagen y semejanza de nosotros sus padres.

Rastreo una estructura, a veces una idea o un espíritu y a partir de ese talón de Aquiles se genera un concepto. Muchas veces creo lugares y se van con la memoria, otras veces ni siquiera ahí se quedan y la reminiscencia de un producto bruto queda para la fantasía de los neo-neo-platónicos. A veces me da por creer en los trozos de palabras, en las no imágenes nada líricas de los mundos demasiado abstractos. Quiero contar algo pero no siempre en línea recta, y por eso a veces el sentido (lo que se quiere decir) queda desmagnetizado, como aguja de la brújula que huye de nuestro hogar el sur.


A veces quiero decir simplemente que estoy vivo, a veces quiero vivir para poder querer decir algo. A veces sólo hablo... y otras veces, cuando las espaldas forman el muro que recorro palpando con mis dedos, escribo.

Sunday, March 18, 2007

Sombra eres

Del color de la sombra, sombra eres.

De las miles de paredes blancas
eres el sello que guarda el secreto.
De entre los espejos, el único
que refleja lo que debe ser.
Navegando entre cuadros no pintados,
boceto de un sólo color,
que pinta los matices de la interrogación.

De entre los sentidos, ni la vista
ni el tacto de los corpúsculos,
ni el olor ni el sabor ni el oído.
Eres puro instinto; pura memoria
colándose como agua entre la arena,
como luz entre la niebla.

Y aunque luz, del color de la sombra;
sombra eres.

Tuesday, March 13, 2007

De Occidente a Oriente (parte II)

La colonia se mueve aprisa, pero una niebla alrededor tuyo se encarga de distorsionar los objetos y las personas lejanas para que tus ojos únicamente enfoquen lo importante, Natalia. Eres parte de la colonia pero crees salir de ella. Sus movimientos son líneas oblicuas, tiene ritmo, armonía y melodía a la vez. Pero apenas puedes notarlo, porque ahora estás aislado, y más aún de ella.

Me encanta esa costumbre que tienes de disfrutar de las cosas después o antes de que hayan sucedido. Mera ilusión, vas a decir otra vez con una sonrisa presumida con cara de que conoces las respuestas de todas las cosas; y no sólo te crees capaz de eso, sino de que puedes contestarlas de una manera sofisticada. Estás equivocado, yo pienso que es una incapacidad el hecho de que no quieras concentrarte ahora en ella: en sus manos, en su boca o en sus palabras. Te veo y me da risa, sólo escuchas lo que dice para torear su respuesta y quererle demostrar quién eres ¡Saca un poco menos las plumas!

Me gusta esta heladería, queda cerca del fin del mundo, al igual que su casa. ¿La gente siempre es tan amable con ella? Vamos, no te sientas insignificante, recuerda que ella está contigo, y lo más probable es que si ella nota que el heladero le mira con variadas intenciones, también seguramente pensará que es bueno porque es una forma de redemostrarte cuanto vale, su PVP. Eso, atreviéndome a indagar atrevidamente en sus intenciones, pero sólo es una vaga adivinación, no me hagas caso, mejor mírala, se ve tan inocente… Sus ojitos brillan al oírte hablar. Sus manos pequeñas no sostienen el helado, lo equilibra mágicamente, lo hace flotar. Su lengua se baña de frío y de sabores. Lo siento, no puedo dejar de hablar de ella sin adherirle un adjetivo de adorno. Te toca equilibrar la temperatura ¿no? Yo me estoy ahogando de calor, sin poder beber un helado, sin poder siquiera beber de ella. Si miraras al cielo en este momento te darías cuenta de que estamos cerca, muy cerca del mediodía. El calor la tiene vulnerable y a ti te ha hecho perder delicadamente la paciencia, ya no miras sus palabras, sino sus labios. Bajo el sol, caminando hacia su casa en este pueblo donde las almas parecen haberse evaporado, estás tú, ella y la pared. Y las sombras también parecen haberse evaporado, pero ahí estamos, simplemente escondidas bajo el suelo, esperando a que el sol deje su puesto de guardia en el punto más alto del cielo, en toda su seca y monstruosa gloria. Es por ello, la luz simplemente ciega mis ojos y no me permite ver el momento en que la lanzas contra la pared, tomas sus muñecas y las clavas, la crucificas contra el muro. El sol y sus malditos 90 grados, en el punto de equilibrio, ahora sólo depende de ti elegir el curso que tomará…

Es la una de la tarde y el sol cae por el occidente, que extraño, y yo sigo mirando como caminas frustrado junto a ella. Te mira con lástima, y no sé si fuiste tú o si fui yo quién dejó sus muñecas amoratadas. Hoy no ha sido mi día, y aunque ha sido el tuyo, tampoco fue bueno para ti. Tú eres el perdedor, el que se deja dominar por el miedo, el que planifica los discursos, ese que va ahí, llegando a la casa de Natalia con los bolsillos en las manos, con unas casi lagrimas redibujando y refractando el iris. Ella llega a su puerta, tu sumisión provoca su lástima y antes de que cierre la puerta se te ocurre decirle: “Naturaleza es un poema de secretas señales misteriosas”. Ella te dice: “cuídate” y cierra la puerta de su casa.

Está bien, no voy a atacarte ahora, sé que no ha sido un día fácil, lleno de tensión acumulada y no descargada lo suficiente. Si sólo el sol hubiera decidido caer por el oriente. No te lo estoy echando en cara, pero estoy seguro de que yo la hubiera dominado. Vamos, si te consuela, ponte a pensar en Natalia, imagina que la tengo en mi cama, imagina lo que yo hubiera hecho con ella. En un atardecer totalmente oscuro en mi cuarto, cuando las últimas luces se apagan con el crepúsculo, trata de ver como yo le hubiera desgarrado la ropa. ¿No te hace sentir mejor? A mí sí.

El camino de regreso es aún más largo, y ya no te va a importar que el mendigo más apestoso se siente a tu lado en el bus. Escuchando esa odiosa música ranchera el mundo no se hace más aceptable, y peor con tu rostro de perdedor. Emanas debilidad, y por eso el mundo te odia un día más, como siempre que el sol desciende por tu lado. Está bien, no me hagas caso, igual, que importa, las sombras son solamente cuerpos bidimensionales.

En tu cuarto, lamentablemente el sol ilumina igual que en la mañana, sólo que ahora desciende. La soledad de tu cuarto perenne ahora asfixia, y verte acostado boca abajo con tu cara envuelta en la almohada en la que se mezclan tu saliva y tus lágrimas… ¿Cómo esperas que bailemos bajo la luz de la luna y cedamos el control a las ilusiones de la noche? Dormiremos una vez más, pero mañana no te levantarás temprano pues el sol no saldrá por tu ventana y simplemente yo me despertaré con ganas de suicidarme. Mañana, el sol no se verá hasta el mediodía, y esta vez, si sobrevivo a mí mismo te ganaré la partida. No te odio, es sólo que no trabajamos en equipo, el día perfecto es el que va en contra de la costumbre. Esos días en que el sol recorre el cielo de occidente a oriente.

Saturday, March 03, 2007

De Occidente a Oriente (parte I)

Abres los ojos, te levantas; no los vuelves a cerrar. Eso pasa en aquellos días en que la luz del sol entra por tu ventana, cosa muy rara en una habitación apuntando hacia el occidente. Vas y regresas, caminas en círculo. Embriagado con el pasado y el futuro: ilusiones me dirías, ahora yo te lo reclamo: eso te embarga de felicidad.

Así pasó ayer ¿recuerdas? Te despertaste a la misma hora de siempre sólo que no te quedaste en la cama, sino que recordabas lo mismo que anoche para consolar tu sueño. Ahora es igual, tu madre no puede dejar de notar la sonrisa en tu rostro y tú tratas de fingir austeridad. Las madres no son tan subestimables: Vas a ver a Natalia.

¿Por qué demoras tanto en el baño? El agua resbala miles de veces y surca los mismos caminos de tu cuerpo antes de pasear por la tubería. Lo que pasa es que piensas en lo que va a pasar más tarde cuando te encuentres con ella, allá tan lejos por donde queda su casa, y piensas en lo que va a decir, pero eso es difícil, es más fácil pensar en lo que tú vas a decir. Apuesto a que cuando te secas con la toalla ya tienes uno que otro discurso en mente, cada uno con unas cinco posibilidades diferentes de respuesta… Pero las olvidas, y yo sé que es mentira cuando me dices que prefieres la sorpresa.

“Naturaleza es un poema de secretas señales misteriosas” apuesto a qué se lo vas a decir, pero espero que no te decepcione el hecho de que no lo entienda. Se lo vas a decir y ni siquiera te has preguntado si crees en ello. Yo pienso que es al revés, que el poema es una naturaleza de señales misteriosas, pero no me hagas caso, no dudes de tu discurso prefabricado; así no la sorprendas, al menos ella lo fingirá.

Si, todo es un circo, hasta tú eres parte de él cuando piensas en eso mientras miras a las hormigas del patio llevando y trayendo comida. Me molesta que sigas divagando sobre lo mismo hasta que te das cuenta que estás subiendo al bus y no has sacado los sueltos del bolsillo y el cobrador te mira con mala cara. Déjame adivinar que te viene a la mente: “fue mi culpa”. No sé como ver eso, talvez como muestra de humildad. Incorrecto. Es una muestra de un ego inmenso, maldita sea, crees que el mundo gira alrededor tuyo.

Bueno, ahora toma asiento rápido, tu percance con el cobrador no te va a dejar mirar hacia arriba por un tiempo. Si en este momento te preguntara en qué estoy pensando seguramente me dirías que tú me pareces predecible. Pues aciertas y te equivocas a la vez. Pero dejemos esa discusión para más tarde, mejor pon tu mente en algo más relajante, en algo que te haga sentir bien. Me parece una decisión correcta, eso de ponerte a pensar en Natalia. Claro, el tema abarca muchas posibilidades.

Por ejemplo, no es momento de ponerte a pensar como es ella en la cama. Estás en un bus, irresponsable. Te propongo un tema: ¿Será que ella piensa en ti más que tú en ella? Es un tema extenso, que en realidad no sirve de mucho, tomando en cuenta que hay muy pocas probabilidades de que atines, pero al menos te mantendrá ocupado durante un largo tiempo. No te decepciones tan rápido, no digas que es imposible saber, ¡claro que es imposible! ¿y qué? Ya eres lo suficientemente maduro como para saber que no se puede tener nada por seguro.

El camino es largo pero los minutos no bailan en fila sino que marchan en columna, y ves pasar cada segundo, uno tras el otro. El sol sigue en el poniente y en acenso, es uno de esos días. ¿Qué tal si miras ligeramente a tu alrededor, no muchas personas deben recordar tu incidente, además deben tener mejores cosas que pensar. A tu lado, en la otra ventana esta ese pequeño niño que te mira con curiosidad. ¿Te recuerda a ti mismo? Ese no te salió con un hilo de soberbia “bicho raro”. Los niños entre sí no suelen ser muy distintos, al menos no van pensando en si ésta o aquella persona son buenas o malas. Yo también odio esas dos palabras pero no me queda más que usarlas.

Bueno, a tú lado se acaba de sentar una señora. Lograste engañarme y parece que a la señora también. No sé si finges ser amable o si realmente lo eres, la señora preferirá creer lo primero mientras yo lo segundo, y tú sigues en ese neutro, lo que nos une en una plataforma de observación distinta a la señora y a mí. Desde ahí, esta mujer que debajo de ese rojizo opulento talvez oculta algunos pares de hebras plateadas y yo, te observamos con una compasión casi noble, ambos sabemos que hubieras preferido que junto a ti se siente una mujer fresca y entera.

Pero la buena dama no te conoce tan bien como yo, y sé que la única diferencia que hubiera existido entre ella y la veinte añera es una cantidad ínfima de sudor en tu frente, una sonrisa disimulada y una fricción intensa, ligera y disimulada. Vamos, yo sé que nunca le hubieras hablado, y si te gustaba, probablemente ella tampoco a ti. No le culpes a la ciudad de fría, debe ser algo más relacionado a las costumbres, de esas que van perdiendo el significado, en fin, yo no sé…

Llegamos. Esa extraña sensación; ese extraño cliché. Vuelve a tu centro, ahí está, mírala, dime que recordabas esos ojos entre amarillos y castaños. Del color de un árbol cuyas raíces bebían oro. Su piel no se puede describir ni sus cabellos negros que aunque lacios envuelven un espacio infinito ¿Si llegas a tenerla, me vas a dejar disfrutar de ella contigo?