Friday, May 23, 2008

Horacio Quiroga, maestro de la degradación narrativa

Es interesante toparse con cuentos de inicios del siglo del progreso, el siglo XX. Horacio Quiroga (uruguayo nacido en 1878), hombre de una vida tortuosa (al menos así se quiere explicar en Wikipedia la naturaleza de sus cuentos), es un ejemplo bastante lúcido de los alcances de la literatura renovadora en la época en América Latina. Fiel a Poe como cualquier conocedor de su obra pudiera notar, Quiroga lo desborda su temática en varios aspectos[1].

Una constante fascinante y digna de ser analizada es la presencia de la naturaleza dentro de sus cuentos. El campo, es en la mayoría de los casos, la escena perfecta donde aún no se puede cuantificar y cualificar según las reglas de la lógica[2]. Si revisamos, por ejemplo, el cuento La miel silvestre, nos encontramos frente a una cómica representación de hombre de ciudad, culto a su manera, que tiene al bosque mitificado ya que lo conoce a través de libros. Este hombre, cae bajo las redes de la selva, que en una unidad enternecedora, lo arrastran mediante el delirio a una desaparición fascinante.

Pero bueno, vamos al tema que quería tratar, y es la degradación. El primer cuento que leí de la colección a la que me estoy refiriendo, A la deriva, es un cuento que se inicia abruptamente: un campesino es atacado por una serpiente, que logra clavarle los colmillos e inyectarle el veneno. Este hombre, conocedor de lo terrible de esta mordida, intenta desesperadamente salvar su vida. He aquí algo sumamente interesante para mí, el desarrollo progresivo de su enfermedad. Los síntomas y el desarrollo de la enfermedad son como un crescendo, mientras el pobre campesino llamado Paulino trata de buscar algún tipo de ayuda. Tiene que llegar a la civilización, pero esta está demasiado lejos. De todas formas, inicia su viaje en la canoa, mientras el tiempo va pasando y las horas van cambiando de colores el paisaje y el desvarío va proyectando a Paulino hacia la muerte. En este cuento, hubo naturalmente una sinfonía, un efecto retórico espectacular. Muchos pueden encontrar en él una fuente de denuncia ante el desamparo del campesino, o simplemente estigmatizarlo como unos de sus cuentos de locura y muerte. Creo que es decir poco y no fijarse en todo lo que implica el manejo bastante expresivo de su arte.

Tenemos otro cuento que nos muestra esta bella degradación en una forma más amplia; se trata de Una estación de amor. Creo que el efecto dentro de este cuento se desarrolla ejemplarmente. Quiroga usa las estaciones como efecto y para darle orden y cauce a los eventos narrados. Esta narración refleja una serie de problemáticas en torno al amor de aquella época (no quiero dar un resumen, más bien me gustaría que el lector interesado leyese los cuentos. Al final de este texto se pueden hallar un par de links donde se encuentra publicada esta obra). Analogar las estaciones con la vida es uno de los recursos más viejos que conozco[3]; sin embargo, el recurso innovador en Quiroga es que nos lo muestra de una forma distinta, acoplada a la necesidad específica de esta historia.

La primavera se inicia en un ritual festivo, en donde la mirada de los jóvenes amantes se cruza por primera vez. Las flores, el ambiente abundante de vida, sólo es el prólogo. En esta parte del cuento, ni siquiera se conoce el nombre de la chica, sólo importa su belleza, su emanación de vida. Es el verano donde se presenta el núcleo de la historia, y donde las variables surgen y se desarrollan los conflictos. El amor está más rebosante que nunca, pero es un amor interrumpido. Es también este segmento, una muestra de aquellos tiempos, que a pesar de que no son tan lejanos, nos muestran una forma de pensar bastante distinta. Un ejemplo es que el protagonista sienta terriblemente un peso social al elegir a la chica. Él realmente la deseaba, y pudo quedarse con la chica, pero la decencia le impedía deshonrarla, ni aunque finalmente esto desemboque en tener que casarse con ella, que es justamente lo que quería; es decir, la causa no justifica los medios.
He omitido algo muy importante durante todas estas líneas y es a la madre de la muchacha, quien juega un papel aún más importante que la misma chica. Ella es quien manipula a la pequeña Lidia y es la intermediaria entre los jóvenes, es el fantasma que manipula y está siempre detrás de este idilio: Quería entrañablemente a Lidia; y con la moral de las histéricas burguesas, hubiera envilecido a su hija para hacerla feliz--esto es, para proporcionarle aquello que habría hecho su propia felicidad. Los adjetivos hablan por su cuenta.
El otoño, es un salto increíble en el tiempo. Toda esta historia no se desarrolla en un año, sino que las estaciones respetan las épocas de este amor en concreto lo que implica un manejo distinto del recurso. Es otoño y los ideales están muertos y sólo queda aprovechar lo poco de vida que queda, ya Lidia ya no es una princesa, es una mujer: Pero bella siempre. Su olfato masculino sintió en la mansa tranquilidad de su mirada, en su cuello mórbido, y en todo lo indefinible que denuncia al hombre el amor ya gozado, que debía guardar velado para siempre, el recuerdo de la Lidia que conoció.

El invierno es la proyección del otoño. Lo que estaba por suceder; se da tal cual. Admiro la forma de plantear la amargura, la decadencia y la muerte que da inicios desde otoño. La adjetivación es precisa, las actitudes están sujetas al clima, a la temperatura gélida de las circunstancias. El amor, está, pero agonizando, y para vivir necesita de algo similar a la morfina que consumía a la madre de Lidia y es en esas circunstancias donde se plantea la unión final de los dos amantes. Finalmente, el amor, muere. No hay un ciclo para Quiroga, y la primavera nunca vuelve, sólo nos queda el vestigio, el halo que fue dejando un amor, cuyo tinte de amargura es imposible evadir.

Hay otros ejemplos como el almohadón de plumas que plantean este efecto inconsolable que es el paso a la muerte. Creo que es importante revisar de vez en cuando la narrativa latinoamericana. Talvez nos encontremos por ahí.

http://es.wikisource.org/wiki/Cuentos_de_amor,_de_locura_y_de_muerte
http://historia.fcs.ucr.ac.cr/biblioteca/esociales/Quiroga,Horacio-Cuentosdeamordelocuraydemuerte.pdf



[1] Únicamente voy a referirme a los textos pertenecientes a la colección Cuentos de amor locura y muerte.
[2] No quiero desviarme muy lejos del tema, pero quisiera también acotar que en Ecuador hay una autora a principios de siglo que también trata esta temática, su nombre es Elisa Ayala.
[3] Para aquellos interesados en un ejemplo, pueden revisar las Odas de Horacio y el Cancionero de Petrarca

Friday, May 16, 2008

Te amo

Crucificaré estas dos palabras en lo más alto del infierno.
Ya que las han pisado, imprecado y malgastado,
tal como al mismo Cristo en su ascenso a la gloria.
Pero no habrá más gloria para estas dos palabras,
sino muerte, olvido, profanación; estupro maldito.

Y aquel que las mencione, ¡oh grandísima calumnia!
beberá de los manantiales de la tragedia,
se sumirá en el más pueril de los charcos del estiércol.
¿Qué has hecho, raza humana, con estas dos palabras?
has limpiado tu blasfemia,
la has traducido en lodo afeminado, en canciones de cuna,
la has abandonado en el más fútil de los sueños…
Pero aún no la has olvidado.

¿Qué has hecho raza maldita,
para hacer de tu más bendito bien
el papel higiénico de tus trivialidades?
ahora sólo puedo nombrar, esas dos palabras,
para escupirlas y despedirlas,
colgarlas en lo más alto de la miseria,
y darles un funeral terrible; un último golpe.

Así que…
Crucificaré estas dos palabras en lo más alto del infierno,
ya que ninguna de las eternidades del ser humano,
basta para limpiar la mancilla de su propio esqueleto.
Así que… pronunciaré una vez más: “te amo”;
sólo para que el odio de todas las galaxias termine de aniquilarlas por completo.]

Saturday, May 03, 2008

Especulaciones sobre la instrumentalización del yo

Un nivel elevado de experiencia se puede adquirir a base de experimentar con uno mismo. Existen muchos momentos en los cuales es necesario, para aprender, concebirse como objeto de estudio, y posteriormente como herramienta para incrementar nuestro conocimiento sobre el mundo. Pienso, en concreto, que una forma muy didáctica y útil para aprender es usarse a uno mismo (como una llave de tuercas para armar un carro o un cerillo para encender una vela) para alcanzar cierta comprensión de las cosas.

En el principio, fue el ritual. El hombre tuvo como necesidad acudir a ciertas prácticas vinculadas a lo religioso como medio de expresión. Se puede encontrar bajo esta industria diversas motivaciones, vistas desde distintos campos del saber, como por ejemplo liberación de pulsiones (¿se dice así?) desde el psicoanálisis, búsqueda de identidad reafirmándose como individuo perteneciente a un grupo desde una perspectiva antropológica, e incluso puede concebirse a estas prácticas como una búsqueda estética como medio retórico para causar una impresión a los demás participantes del ritual. Lo cierto es que todos estos elementos, cada uno complejo por sí mismo, confluyen en una práctica “primitiva”.

Así que el hombre que participa de un ritual está creando, se está representando, pero aunque no tenga noción de estas palabras, se ejercita a sí mismo para hacerlo. Tiene una necesidad consciente de analizar los movimientos, de imprimir su pensamiento en cada gesto, y de hacerlo de la mejor manera. Este es tan sólo el inicio de la auto-instrumentalización, ya que todas las artes que provienen o tienen sus raíces en ello (la actuación, las artes plásticas, por ejemplo) son sólo una variación o una modernización de dichas prácticas. Los actores, como es algo sabido, necesitan ejercitarse y estudiarse a sí mismos exhaustivamente para lograr el dominio de su cuerpo, de sus expresiones, de todo su ser. Quienes emprenden este camino, necesariamente adquieren conocimiento doble, ya que en primer lugar se conocen a sí mismos; y luego, ya obtenida esta victoria, se usan a ellos mismos como vehículos para el conocimiento.

Otro método muy interesante de instrumentalización del yo son las prácticas antropológicas o mejor dicho la etnografía. Un sujeto que debe liberarse a sí mismo de la normalidad para asumir que hay otras formas “normales” de vivir la vida, un sujeto que tiene que adecuarse a una perspectiva sumamente distinta sobre las prioridades, valores y objetos de interés es alguien que aprende a sumergirse en otro tipo de programación y se transforma en un actor de la vida real con el fin de estudiarse a sí mismo, y luego como simple consecuencia, a quienes le rodean. Ahí cabe esta frase célebre de Berltolt Bretch: Pensaba en otras cabezas y, en la suya, otras cabezas pensaban. Tal es el verdadero pensamiento.

Todos hacemos antropología al existir y convivir con otros seres, la diferencia es que no lo hacemos como estudio, por lo tanto no extraemos de dichas experiencias un conocimiento científico, por así decirlo. Vivir en otra ciudad, en otro país, te obliga a mutar, a adquirir otra función en base a aquel nuevo programa que es la nueva cultura. Hacerlo conscientemente, realizando una búsqueda pormenorizada y un estudio, procurando la mayor objetividad, es una producción que hasta me parece necesaria, sobretodo para aprender y para enseñar. Creo que uno, pese a no estar en un ambiente distinto, puede usarse a sí mismo como medio para aprender, aunque es más difícil cuestionarse las normalidades si no se conocen otras.

Tenerse a uno mismo como herramienta puede parecer un poco insultante para algunos, y puede contravenir ciertas ideologías; sin embargo, tal vez mi forma de referirme a este procedimiento como objeto e instrumento (es decir, usar términos cientificistas) sea mi equivocación. Lo que pienso es que reexaminarse de vez en cuando, abriendo brechas en el pensamiento y sobretodo aprendiendo a concebirse como algo más que Humanos desde la perspectiva antropocéntrica puede ayudarnos a encontrar una serie de respuestas que desbordan nuestro inmenso ego.