Tuesday, July 17, 2007

Diálogo neo-neoplatónico 1: Omitiendo la libertad

Caminaba por una de esas grandes avenidas, de esas que tienen por nombre la fecha de fundación o independencia de la ciudad. Eran las cuatro de la mañana y andaba descalzo. Mi amigo (piénsese un sujeto de clase media, que no estudia ni trabaja porque está en medio de hacer algo que nunca empieza pero que siempre termina) me dijo hace poco que me ponga los zapatos, que no se sabe que puede haber en la calle y que me puedo lastimar.

- No estamos entrenados para andar así, no tienes supercallos que te protejan de los clavos, vidrios y eso.

Antes de sacarme los zapatos infantilmente- infantiles como éramos- estábamos hablando de libertad (aquí termina el tema de la libertad). No me los puse y le dije que el asfalto es justo lo suficientemente plano como para andar descalzo. Seguimos caminando hasta la casa de Juan, mi amigo, donde íbamos a recuperar el sueño de un día que se transformo en noche pero nunca dejó de ser el mismo día, aun ahora, que empezaba a ser día otra vez.

¿Te imaginas que pasaría si pudiéramos hacer la pregunta correcta? Le pregunté, esperando que esa sea:

- No lo sé. Depende que quieras saber.

Sólo quería saber si esa era la pregunta correcta, y resultó que no. No quiero pensar que no por no poder plantearme las cosas de la manera más fértil estoy perdido en este mundo de realidades ficticias. Realidades ficticias porque, según mi tío, nosotros nos inventamos la realidad. Cuando me lo dijo, no me tomé muy en serio, me sonó como un la vida es sueño o el tiempo es oro, cosas que a pesar de saberlas no las entendemos nunca.

Dejamos de caminar por la gran calle y vamos en medio de una más pequeña, no tomamos mucho, así que estamos bien. El silencio es tan relajante, después de todo ese estruendo. Me pongo los zapatos.

Bueno, ¿qué había dicho? Ah si, mi tío el de las realidades falsas. Siempre había pensado ligeramente en la posibilidad de que todo lo que vemos es nada más una representación, pero esta vez me tomé en serio sus palabras, porque estuve revisando un poco la manera caprichosa que tenemos para aprender. Todo es un proceso, y dentro de estos procesos nosotros relacionamos elementos para entender sus fenómenos. De ahí nacen las teorías. Las teorías son algo muy cómico, Juan ¿sabes por qué las teorías son algo cómico?

- Creo que… creo que porque no sirven en la vida real.

Si, exacto. Lo que tú estás diciendo suena como un el río es el tiempo y más vale pájaro en mano que cien volando. Sin embargo, según mi teoría (que no es mía) voy a rebatir la teoría en sí. Estamos a la intemperie, necesitamos sostenernos de algo. Lo que tenemos a la mano son nuestros sentidos y las experiencias por las que pasamos. A partir de estas experiencias, se crea la ciencia, que ya es un conjunto ordenado de saberes. Pero esta ciencia está basada en supuestos y en analogías que terminan construyendo imperios de ideas, los llamados paradigmas que no son más que un punto de vista. Los puntos de vista los usamos para calificar y medir todo un universo.

- Si, pero acuérdate que los diferentes paradigmas tienen un rango de acción limitado, así como el psicoanálisis, la cuantificación monádica, y el fútbol. Por cierto ¿Viste el partido anoche?

¿No, no lo vi, quién ganó?

- No sé, por eso te preguntaba, bueno ya llegamos.

Que bien, y ya falta poco para que salga el sol. Estoy tan cansado que creo que me voy a derrumbar aquí, en medio de tu sofá… ¡Que mal! ¿Somos presos de nuestro cuerpo también?

- Si, ni por ese lado somos libres, ¿te das cuenta?

(Aquí empieza otra vez, el tema de la libertad).