Wednesday, January 03, 2007

Una botella al mar

Si vivimos solos en islas como yo creo, y nos separa un mar de símbolos de las otras personas, entonces podríamos decir que no necesariamente la compañía es cuando a fuerza de remar la otra persona llega a tu isla, sino cuando se logra evaporar al mar y se camina por esta tierra comunal, o talvez cuando se logra hacer un acto digno de Moisés. Parece ridículo… Pero desde un punto de vista puede ser real; y es que a veces la gente cree que escuchando el canto de la sirena el agua puede transformarse en tierra

Lo raro es que aún estando sin nadie a la vista a kilómetros cuadrados, creemos que somos tan grandes que todo el mundo nos puede ver. No está mal que cada quién se dedique a cuidar su isla; sin embargo es posible que nadie en realidad llegue a verla. Solo se nos puede ver dependiendo de cómo se trate al mar, no a nosotros como personas que nos matamos contaminando o limpiando ese nexo separatista de sal y que nos reflejamos en ella.

Que triste, saberse apenas no uno mismo, sino el mar que a uno le rodea, pero lo que hacemos del mar es algo que depende el grado quedará y llegará a algún lado. Lo que hacemos del agua o lo que metemos en el agua, como una botella. Aislados, tenemos un motón de botellas de las cuales bebemos y las cuales guardamos, o a veces metemos un mensaje.

Parados frente a la inmensidad, no dominamos la corriente ni las palabras (ahora si) guardadas en la botella. La lanzamos muy lejos y en una mezcla de azares llegará a otra isla, pero en esta mezcla de posibilidades no somos un alguien sino un pedazo de alguien, cerrado y sellado, para que la turbulenta agua de símbolos, no se mezcle con nuestros adjetivos.


Pongo estos seis versos en mi botella al mar
con el secreto designio de que algún día
llegue a una playa casi desierta
y un niño la encuentre y la destape
y en lugar de versos extraiga piedritas
y socorros y alertas y caracoles.


Mario Benedetti