Saturday, May 03, 2008

Especulaciones sobre la instrumentalización del yo

Un nivel elevado de experiencia se puede adquirir a base de experimentar con uno mismo. Existen muchos momentos en los cuales es necesario, para aprender, concebirse como objeto de estudio, y posteriormente como herramienta para incrementar nuestro conocimiento sobre el mundo. Pienso, en concreto, que una forma muy didáctica y útil para aprender es usarse a uno mismo (como una llave de tuercas para armar un carro o un cerillo para encender una vela) para alcanzar cierta comprensión de las cosas.

En el principio, fue el ritual. El hombre tuvo como necesidad acudir a ciertas prácticas vinculadas a lo religioso como medio de expresión. Se puede encontrar bajo esta industria diversas motivaciones, vistas desde distintos campos del saber, como por ejemplo liberación de pulsiones (¿se dice así?) desde el psicoanálisis, búsqueda de identidad reafirmándose como individuo perteneciente a un grupo desde una perspectiva antropológica, e incluso puede concebirse a estas prácticas como una búsqueda estética como medio retórico para causar una impresión a los demás participantes del ritual. Lo cierto es que todos estos elementos, cada uno complejo por sí mismo, confluyen en una práctica “primitiva”.

Así que el hombre que participa de un ritual está creando, se está representando, pero aunque no tenga noción de estas palabras, se ejercita a sí mismo para hacerlo. Tiene una necesidad consciente de analizar los movimientos, de imprimir su pensamiento en cada gesto, y de hacerlo de la mejor manera. Este es tan sólo el inicio de la auto-instrumentalización, ya que todas las artes que provienen o tienen sus raíces en ello (la actuación, las artes plásticas, por ejemplo) son sólo una variación o una modernización de dichas prácticas. Los actores, como es algo sabido, necesitan ejercitarse y estudiarse a sí mismos exhaustivamente para lograr el dominio de su cuerpo, de sus expresiones, de todo su ser. Quienes emprenden este camino, necesariamente adquieren conocimiento doble, ya que en primer lugar se conocen a sí mismos; y luego, ya obtenida esta victoria, se usan a ellos mismos como vehículos para el conocimiento.

Otro método muy interesante de instrumentalización del yo son las prácticas antropológicas o mejor dicho la etnografía. Un sujeto que debe liberarse a sí mismo de la normalidad para asumir que hay otras formas “normales” de vivir la vida, un sujeto que tiene que adecuarse a una perspectiva sumamente distinta sobre las prioridades, valores y objetos de interés es alguien que aprende a sumergirse en otro tipo de programación y se transforma en un actor de la vida real con el fin de estudiarse a sí mismo, y luego como simple consecuencia, a quienes le rodean. Ahí cabe esta frase célebre de Berltolt Bretch: Pensaba en otras cabezas y, en la suya, otras cabezas pensaban. Tal es el verdadero pensamiento.

Todos hacemos antropología al existir y convivir con otros seres, la diferencia es que no lo hacemos como estudio, por lo tanto no extraemos de dichas experiencias un conocimiento científico, por así decirlo. Vivir en otra ciudad, en otro país, te obliga a mutar, a adquirir otra función en base a aquel nuevo programa que es la nueva cultura. Hacerlo conscientemente, realizando una búsqueda pormenorizada y un estudio, procurando la mayor objetividad, es una producción que hasta me parece necesaria, sobretodo para aprender y para enseñar. Creo que uno, pese a no estar en un ambiente distinto, puede usarse a sí mismo como medio para aprender, aunque es más difícil cuestionarse las normalidades si no se conocen otras.

Tenerse a uno mismo como herramienta puede parecer un poco insultante para algunos, y puede contravenir ciertas ideologías; sin embargo, tal vez mi forma de referirme a este procedimiento como objeto e instrumento (es decir, usar términos cientificistas) sea mi equivocación. Lo que pienso es que reexaminarse de vez en cuando, abriendo brechas en el pensamiento y sobretodo aprendiendo a concebirse como algo más que Humanos desde la perspectiva antropocéntrica puede ayudarnos a encontrar una serie de respuestas que desbordan nuestro inmenso ego.